El llanto de una isla

El CD Tenerife es oficialmente equipo de Primera RFEF. Un club centenario, con una profunda historia en el fútbol español, desciende a la tercera categoría, abandonando el fútbol profesional y entrando en una etapa que nadie en la isla deseaba imaginar.

Desde el inicio de la temporada, el conjunto chicharrero se vio envuelto en una caída libre que nunca encontró freno. Ni en el terreno de juego ni en los despachos se tomaron decisiones acertadas, y los errores acumulados acabaron condenando al equipo. Los mercados de fichajes resultaron insuficientes, la planificación deportiva careció de ambición y claridad, y el rendimiento sobre el césped fue, durante muchos tramos, alarmantemente pobre.

Imagen de El Día

Por el banquillo del Heliodoro Rodríguez López pasaron tres entrenadores. Primero fue Óscar Cano, cuya etapa fue fugaz y decepcionante: sumó solo 1 punto de 15 posibles, lo que precipitó su destitución.

Después llegó Pepe Mel, un técnico con experiencia que parecía aportar serenidad y conocimiento… pero su paso tampoco fue la solución: 10 puntos de 42 fue su bagaje, alejando aún más al equipo de la ansiada permanencia.

Finalmente, aterrizó Álvaro Cervera, un viejo conocido de la afición tinerfeñista, que sí logró mejorar el rendimiento colectivo y recuperar la competitividad. Desde marzo, el equipo inició una remontada casi milagrosa, que reavivó la esperanza en la isla. Sin embargo, no fue suficiente.

Ya fuese por errores arbitrales, falta de gol o simplemente por una losa demasiado pesada, el Tenerife acabó cediendo ante la realidad. El descenso es el resultado de una temporada desastrosa a todos los niveles.

Imagen de DeporPress

Ahora, el club afronta un punto de inflexión. Volver al fútbol profesional será un reto mayúsculo, pero también una oportunidad para reconstruir con humildad, autocrítica y una visión clara de futuro. La afición, como siempre, seguirá ahí. Porque el Tenerife es más que una categoría: es historia, sentimiento e identidad.

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